
Por : Victor Samuel Vega.
Una discusión encendida entre dos referentes de Colo Colo expuso las fisuras de un camarín al límite. ¿Se rompe algo más que el partido?
Tras un empate con sabor a derrota ante Deportes Iquique, Arturo Vidal y Fernando De Paul protagonizaron un duro encontrón que deja en evidencia tensiones mal resueltas dentro del plantel albo. Lo que parecía una simple descarga emocional puede ser la señal de una desconexión más profunda.
A veces, un grito entre compañeros no es sólo un desahogo. A veces, dice mucho más de lo que parece. En el estadio Tierra de Campeones, después de que Colo Colo desperdiciara una ventaja de dos goles y volviera a mostrar un rostro inestable, el desenlace fue una postal incómoda: Arturo Vidal y Fernando De Paul discutiendo acaloradamente, primero en la cancha, luego en la boca del túnel. No hubo empujones, pero sí miradas que cortaban el aire. Y palabras que no se dicen si todo está bien.
La escena duele por lo simbólica. Arturo Vidal, emblema de un pasado glorioso, hoy vive el retorno con una mochila más pesada de lo que esperaba. Volvió para liderar, para imponer carácter, pero se ha encontrado con un equipo donde la autoridad no se impone sola. El penal errado en el primer tiempo lo dejó herido. El autogol fortuito que terminó en empate, aún más. Lo demás fue volcán: De Paul, el arquero veterano, cuestionado por sus últimas actuaciones, terminó siendo el blanco.
Pero lo que pasó entre ellos no es simplemente consecuencia de un mal resultado. Hay frustraciones acumuladas. Falta de respuestas tácticas, decisiones erráticas desde el banco, errores individuales reiterados y, sobre todo, una sensación de que la idea colectiva ya no alcanza para contener los egos, las urgencias y las expectativas.
Vidal reaccionó como tantas veces lo hizo en Europa o en la selección: reclamando, exigiendo, levantando la voz. Lo que antes se entendía como liderazgo, hoy parece chocar con compañeros que no están en sintonía con ese tipo de conducción. De Paul, por su parte, no toleró el reproche. Respondió. No aceptó el lugar de chivo expiatorio. El diálogo que siguió en los pasillos fue crudo. No hubo golpes, pero sí un quiebre en el código del vestuario: lo que se dice en la cancha, a veces se queda ahí. Esta vez no.
Lo preocupante no es el incidente aislado. Lo preocupante es el subtexto: Colo Colo parece ser un equipo que ya no sabe muy bien quién lo lidera, ni hacia dónde se dirige. Hay talento, sí, pero poca estructura emocional. Y cuando el termómetro sube, la falta de jerarquía colectiva se nota. Vidal y De Paul encendieron una alarma que ya venía sonando hace semanas.
A la salida, ambos bajaron el tono. Vidal habló de «familia», de «cosas del fútbol». Lo dijo con la lengua, pero no con los ojos. El “King” está fastidiado. Sabe que su regreso, hasta ahora, no está siendo lo que imaginaba. De Paul, más cauto, evitó las cámaras. El club, en tanto, optó por minimizar el incidente.
Pero la realidad es tozuda. Colo Colo no compite como equipo grande. Y cuando los líderes chocan, el problema ya no es el resultado. Es la confianza, la cohesión, el proyecto.
Si no hay una conversación profunda en el camarín, lo de Iquique será sólo el primer capítulo de una novela que puede terminar mal. El partido ante Cobresal será clave, sí, pero más aún lo será lo que pase en la interna. Porque sin química, sin códigos compartidos, ni el talento de Vidal ni los reflejos de De Paul alcanzan.
Y el club, que apostó fuerte por la experiencia, podría terminar atrapado en un vestuario donde nadie se escucha.
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