
Por : Victor Samuel Vega.
La derrota de Chile ante Bolivia en La Paz no fue una sorpresa. Dolió, claro, pero no sorprendió. Porque cuando un equipo arrastra años de improvisación, de decisiones a corto plazo y de una relación tóxica con su propia gloria pasada, el resultado no puede ser otro. Estamos fuera del Mundial. Otra vez. Pero esta vez, con la sensación de que ni siquiera peleamos.
No se trata solo de perder con Bolivia, que hizo lo suyo, con dignidad, con orden y con convicción. Lo preocupante es la imagen que dejó Chile: un equipo sin alma, sin idea, sin ganas. Un grupo que parece haber olvidado qué significa competir, qué significa representar algo más que una camiseta.
Desde hace tiempo la Roja viene jugando con piloto automático, esperando que la chispa de algún histórico salve la tarde. Pero ya no alcanza. No porque los Vidal, Alexis o Medel no tengan talento, sino porque simplemente el fútbol ya no se gana con recuerdos. Se gana con presente. Y Chile no tiene presente. Solo un eco constante de lo que alguna vez fue.
¿Dónde están los nuevos líderes? ¿Dónde están los jugadores que debieron haber crecido a la sombra de la Generación Dorada, listos para tomar el relevo? La respuesta es incómoda: no están. Porque nadie los buscó, nadie los formó, nadie los preparó. Se apostó por estirar el chicle, por administrar el legado sin renovarlo. Y el legado, por brillante que haya sido, ya no alcanza para competir.
La responsabilidad no es exclusiva de los jugadores. Va mucho más arriba. La ANFP hace años que dejó de tener un proyecto. Lo que hay es una sucesión de parches, de entrenadores sin respaldo ni continuidad, de decisiones tomadas más con el cálculo político que con visión futbolística. Se quiso reconstruir sin planos, y así es imposible.
Chile necesita una refundación profunda. Un proyecto de verdad, no un eslogan. Formación de juveniles, competencia interna seria, técnicos capacitados, planificación a diez años. Porque el fútbol moderno no espera. Y si Chile sigue mirando hacia atrás, seguirá quedándose atrás.
La eliminación en esta clasificatoria no es un accidente. Es la consecuencia lógica de un sistema que dejó de funcionar hace rato. La derrota en La Paz es solo el capítulo final de una historia que se venía escribiendo con tinta invisible.
Hoy, más que nunca, necesitamos mirar al futuro. Pero para eso, primero hay que aceptar que este ciclo, el de la nostalgia como estrategia, ha llegado a su fin.-

Foto Portada: Dale Albo